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Opinión
Según un libro
Tercero en discordia: ¿Las Malvinas uruguayas?
Un ingeniero argentino y un arquitecto uruguayo levantan una vieja y particular hipótesis.
Por: Francisco Merino Roig

Domingo, 23 de Abril del 2023 - 21:09 hs.             1007
Tercero en discordia: ¿Las Malvinas uruguayas?
Islas Malvinas y la nueva hipotesis.

Una hipótesis que puede ser tomada en broma, y considerada descabellada es la que se desarrolla en el libro con el título Las Malvinas, ¿son uruguayas? de la Editorial Botella al Mar.

Largos años lleva ya la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas, cuyo dominio tuvieron españoles, franceses, británicos y argentinos. En la actualidad y tras la guerra de 1982 que dejó al Reino Unido la posesión del archipiélago ubicado en el Mar Argentino, pocos han reparado en el eventual papel que puede llegar a tener Uruguay como reclamante válido del archipiélago austral.

Un nuevo libro de investigación histórica, a cargo del arquitecto uruguayo Juan Ackermann y el ingeniero argentino Alfredo Villegas Oromí, plantea un interrogante que puede poner incómodo a más de uno. Ackermann y Villegas Oromí arrojan luz sobre una cuestión que en el uruguay jamás se ha tratado con seriedad: la argumentación de cómo las Malvinas podrían ser pasibles de reclamo por parte del Estado uruguayo.


“Sólo profundizamos en documentos existentes", dicen los autores.

La base de la argumentación de Ackermann y Villegas se centra en la posesión jurídica que tenía el puerto militar de Montevideo a mediados del siglo XVIII sobre el archipiélago de Malvinas, la isla de Tierra del Fuego y las costas patagónicas. Incluso la isla de Fernando Poo, casi frente a África.

"La corona española tenía tres apostaderos navales en América, desde donde dominaba los mares, islas y costas. Uno estaba en Lima, el segundo estaba en Cuba y el tercero era Montevideo", explica Ackermann.

Sobre el reclamo argentino, Villegas arguye que nunca se reclamó soberanía nacional en ese acto. "En 1820, cuando el comerciante argentino Luis Vernet llega a las Islas Malvinas, sus motivos son económicos, no de soberanía. Había un enorme caos institucional y nunca hubo una posesión", dice.

Además al principio, cuando Luis Vernet llega con intenciones de colonizar, lo hace asociado de Jorge Pacheco; (antepasado del Presidente uruguayo Jorge Pacheco Areco); este Pacheco era un patriota independentista rioplatense  nacido en el año 1761 en Buenos Aires y formado en Montevideo por el cuerpo de blandengues, fundador del pueblo uruguayo de Belén, en el departamento de Salto (Uruguay), entre otras proezas.

La empresa de Pacheco llevó el ganado bovino y equino al archipiélago.

A partir de 1833, los ingleses establecen su dominio sobre las Falklands, pero a lo largo del siglo XIX las ligazones entre Uruguay y las Malvinas fueron muy grandes. El empresario anglouruguayo Samuel Lafone compró casi la mitad de una de las islas, una región conocida hasta hoy como Lafonia, donde crió ganado ovino y donde llevó gauchos orientales que legaron una buena cantidad de palabras en español al inglés de los kelpers.

Luego, muchos isleños estudiaron en colegios de Montevideo y se trataron en el hospital Británico. 

Hasta el presente, los isleños mantienen una relación afectuosa con Montevideo.

En el año 1841, España y Uruguay firman un tratado particular. "Es un tratado que casi nadie recuerda. En ese documento, España le cede las atribuciones que tenía el apostadero. Diecisiete años después, España hace lo mismo con Argentina, pero no podía darle lo que ya había dado. Ese ya es un argumento muy fuerte a favor de Uruguay", explica el escritor Ackermann.

"Si eso no fuera lapidario, en 1972, cuando se firma el tratado antártico, se firma primero en el Senado uruguayo y luego en el Senado argentino. La base de esa firma es el tratado de 1841. Cuando los legisladores argentinos firmaron, estaban reconociendo ese tratado. Se ve que no leyeron lo que firmaban", recalca Villegas. "Jurídicamente, nos corresponden a nosotros", remata Ackermann. "Para mí, que soy argentino, fue muy duro darme cuenta de esto", reflexiona Villegas.

Entre muchas otras, queda sobre este tema flotando la simple y enorme pregunta: ¿por qué Uruguay nunca reclamó las islas? "Nosotros no hemos descubierto nada. Sólo profundizamos en documentos que ya existían", concluyen los autores.


La Patagonia y las Malvinas.

La importancia del apostadero naval en Montevideo.

El sistema de defensa y protección naval española contaba, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuatro áreas estratégicas: el Caribe, el Pacífico occidental –comúnmente aludido como Mar del Sur-, el Pacífico Oriental –con su foco en Filipinas-, y el Atlántico Suroccidental, con su foco en el área del Río de la Plata. Sus principales bases navales eran La Habana y Cartagena de Indias en el Caribe, el Callao (Lima) en el Pacífico Occidental, Manila en el Pacífico Oriental y Montevideo en el Atlántico Suroccidental. La base naval montevideana nació tardíamente, porque la amenaza de piratas y corsarios era marginal en el área.

Los apostaderos eran mucho más que una base naval, porque establecían jurisdicciones marítimas y costeras de vigilancia. A todos los efectos, equivalía a un “Departamento Marítimo”, y así fue por supuesto el caso de Montevideo, cuya jurisdicción abarcaba todo el Atlántico Suroccidental con sus territorios insulares y costeros, entre ellos las Malvinas, la costa patagónica y el Estrecho de Magallanes. Incluso se le adjudicaron responsabilidades sobre la costa suratlántica de África.

Una abundante documentación existente en el Archivo General de la Nación prueba su importancia y los modos en que cumplió su cometido. Aunque esté pendiente su análisis pormenorizado, la digitalización de parte de esa documentación   permite apreciar la magnitud y la variedad de la actividad desplegada, a lo largo de más de cuarenta años. El tráfico entre Montevideo y el puerto Nuestra Señora de la Soledad, involucró la movilidad de personas, como el recambio de funcionarios –el gobernador, el ministro de la Real Hacienda, el médico cirujano- los dos religiosos franciscanos a cargo de la capilla, y las dotaciones naval y militar. También operarios de distintos oficios, como albañiles, canteros, ladrilleros, yeseros, carpinteros, herreros, peones para atender el ganado, panaderos, etc. Se enviaron regularmente presidiarios –algunos de los cuales cubrían a su vez oficios- e incluso aparecen algunos personajes desterrados, remitidos desde España.

Hubo un tráfico significativo de suministros que permitieron construir edificios, equiparlos y sostener a su población. Son numerosas las remesas de ganado y víveres de muy variado tipo, medicinas y utensilios de medicina, ropas y vestuarios, telas y frazadas, carbón y leña, ruedas herradas para carretas, frenos y espuelas, piezas y munición de artillería, pólvora, armas. Para este tráfico se construyó en Puerto Soledad un muelle de piedra y estuvieron afectadas numerosas embarcaciones de distinto tipo y tonelaje. Existe una detallada descripción de Nuestra Señora de la Soledad hacia 1800, a través del inventario que recibe el uruguayo Francisco Javier de Viana cuando se hace cargo de la gobernación de las Islas. Había veintiséis edificios en total, doce de ellos de piedra, entre los que se contaba la casa del gobernador, el hospital, la capilla y casa de los religiosos, cuatro casas de oficiales, el cuartel de marina, el cuartel de tropa y presidiarios, dos obradores y varios almacenes.

De todas formas la disputa por las Malvinas son algo muy latente y significativo para toda la argentina, a diferencia con el uruguay que no toma en serio la hipótesis planteada en el libro.




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